Quienes pretendan destacarse en el ajedrez deben poseer gran concentración, facilidad de cálculo y una extrema capacidad de análisis, y por eso entre los jugadores de élite abundan los altísimos cocientes intelectuales.
Algunos estudios sugieren que los grandes maestros son capaces de almacenar entre 10 mil y 100 mil posiciones en el tablero de juego mental.
Uno de los mejores exponentes de todos los tiempos de esta disciplina fue el norteamericano Bobby Fischer, quien tenía todo eso, y en abundancia, pero lamentablemente tenía solamente eso.
Su obsesión por el ajedrez lo llevó a aislarse del resto del mundo, y a adentrarse cada vez más en las cenagosas brumas de la locura, al punto de abandonar todo cuando estaba en la cúspide.
Foto: Verhoeff, Bert / Anefo / CC0